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Bitacora de Aventuras


Dec 31, 2019

Te saluda Natalita, y por ahí anda mi duende Augusto, que no se si lo oyes todo emocionado. Él es el más fiel compañero que existe, ¿y sabes qué? ¡A ti también te acompaña uno, aunque todavía no lo conozcas! Soy una niña eterna que ayuda a otros a recordar La Gran Ciencia del Balance, contando historias de nuestras aventuras por La Princesa. Junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias, pero de todo eso te cuento en las notas del programa. Mientras tanto, te dejo con una de las versiones de mi misma, que cuentan historias de colores, según quien decida contar la historia del día.

 

Bitácora de aventuras, edición un baile tribal:

 

       Hace unos tres años andaba en una de mis cacerías de ruinas. La última que fui a ver esa tarde estaba en un pueblo pequeño algo alejado de donde me estaba quedando. Llegué hasta el terminal de guaguas, y la parada estaba a unos 30 minutos del lugar, así que caminé. Al llegar, vi muchos bicitaxis, y uno de ellos me dijo: aquí siempre habemos muchos, llevamos a los visitantes al terminal al cerrar el parque. Me dije a mi misma, perfecto, me puedo dar mi puesto. Unas horas, un atardecer perfecto y muchas piedras antiguas después, salí del parque, con el bailecito característico que acompaña conocer unas ruinas, sobretodo si hay pirámides envueltas y total soledad por ser un sitio arqueológico "de menor importancia". Augusto me acaba de corregir, digamos que no total soledad, ausencia de personas y abundancia de duendes, quise decir. Al salir del parque, el estacionamiento estaba vacío, 0 taxis, 0 bicitaxis, 0 visitantes, 1 vehículo entrando, 1 en el estacionamiento, 1 guardia de seguridad entrando a su turno, 1 saliendo de su turno mientras cierra el candado prácticamente detrás de mi último paso después de cruzar el portón… 

       Miré para un lado y para el otro, tratando de analizar la situación y repasando en mi mente las palabras que me había dicho el del bicitaxi, y decía, puñeta yo no puedo estar tan loca, yo juraría que dijo eso. El guardia que salía me pasó por el lado y me miró, y sentí que quiso hablarme, pero titubeó y lo siguió, después de saludar a su compañero, que entraba a su turno. Miro a lo lejos al guardia saliendo y llegando a su carro, y me estuvo raro que seguía sacando cosas del carro, pero ahí me di cuenta que estaba distraída y volví al tema principal, cómo carajo salgo de aquí. 

       Después de unas vueltas por el estacionamiento buscando recovecos en donde puedan estar escondidos y esperándome para llevarme los bicitaxis, decido abandonar esa esperanza y empezar a trabajar en un nuevo plan. Me hago la que no está perdida, y empiezo a caminar hacia la salida del estacionamiento, al final, si no hay transporte me toca caminar, así que mejor empezaba desde ya, porque estaba por terminar de caer el sol, y no me sabía muy bien la ruta al terminal. 

       Empezando a caminar me doy cuenta que en mi distracción haciendo planes Augusto se me alejó, y cuando miro alrededor lo vi caminando desde el parking hacia la cabina donde estaba el guardia de seguridad que había entrado a su turno. El guardia que va de salida sigue sacando y sacando cosas de su carro. Vuelvo la vista a Augusto, y estaba hablando con el duende del guardia que entró a su turno, y antes de que le pueda hacer señas mentales de que regresara porque nos teníamos que ir lo veo que se le sienta en un hombro y el guardia empieza a caminar hacia el parking, hacia mi. En eso justo quedé al lado del guardia que salía, y que seguía sacando cosas de su carro y me digo, genia, por qué no le pides que te llame un taxi.  Me acerco para hablarle y noto que su duende está haciendo inventario de todo lo que él sacaba del carro, y me reí mientras le dije: mano, orita un muchacho me dijo que habían un montón de bicitaxis y taxis aquí al cerrar el parque, que se quedaban esperando en lo que salía la gente, y no sé si es que entendí mal o que era en otro lugar, ¿usted de casualidad podrá llamar a uno? Él me sonreía mientras le explicaba que necesitaba llegar al terminal, para agarrar el bus a Mérida, que era donde me estaba quedando. 

       En eso llega el otro guardia y me sonríe, abre su carro, que estaba al lado, y se pone a hacer fuerza para sacar algo grande del carro. Mientras seguía mi explicación de necesidad de transporte me preguntaba por qué los dos estaban obsesionados con sacar cosas de sus carros, pensamiento que se interrumpió cuando vi a Augusto bailando en círculos con los otros dos duendes de los guardias alrededor de la lista de inventario, encima de la pila de cosas que sacó del carro. Cuando terminé de hablar, el guardia que salía de turno me sonrió y me dijo: "Mija, ellos se fueron hace horas, si no hay mucha gente se van porque no hacen dinero, este pueblo es muy chiquito, no hay taxis así para llamar que lleguen hasta acá, y como quiera, en ese terminal las guaguas paran solamente hasta las 3 PM, por ser un pueblo chiquito”. Miré para el lado y el otro guardia asintió con la cabeza, todavía ambos sacando cosas de sus carros. 

       Miré a Augusto con cara de... tremendo... ya habías averiguado todo esto, y en lugar de avisarme te quedaste jugando y bailando, pero de inmediato se me pasó, y quise bailar en el círculo con ellos, para distraerme un poco y no pensar en qué se suponía que hiciera ahora. En eso la pequeña Natalita brincó del lazito de mi cabeza, donde llevaba un par de horas enganchada descansando, había gozado las pirámides, subiendo y bajando y corriendo por todas partes como una loca con Augusto, y se puso a bailar en el círculo. 

       Al ver mi cara de, bien, ahora qué, el guardia que entró a su turno me dijo, mientras terminaba de hacer fuerza para sacar lo que ahora pude ver que era uno de los asientos de su carro: “Mija, cuando te vimos saliendo imaginamos que eso esperabas, pasa mucho, esto es pequeño aquí”. Hizo una pausa para levantar el asiento y llevarlo al carro del guardia que salía, y ambos me volvieron a sonreír mientras lo acomodaban y probaban el cinturón. El guardia que salía de su turno me dice: “hay un colectivo que sale cada media hora, te deja en la plaza principal de Mérida (a 5 minutos de donde me estaba quedando), él me prestó el asiento para llevarte a la estación del colectivo, se lo devuelvo mañana”.  Augusto y la pequeña Natalita se salieron del círculo de baile y se despidieron, nos montamos los 3 y, de camino a la estación del colectivo, conocimos más historias de las que pensaría uno que cabrían en un recorrido de 5 minutos, de parte esa alma mexicana, vestida de guardia de seguridad de un parque, que decidió protegerme y ayudarme, por un día. 

 

30 de diciembre de 2019

 

Dentro de dos semanas te cuento otra historia, mientras tanto, puedes conectar conmigo la próxima semana en Sanando con tu Duende, un espacio para la sanación cuántica. Un podcast en el que te cuento lo que me enseña mi duende Augusto a través de nuestras sesiones de sanación. Si me quieres ver antes, te espero el miércoles a las 12 PM hora de Puerto Rico, a través de nuestro canal de YouTube y en Instagram, en una sesión en vivo en la que podrás hacerle tus preguntas a Augusto, y de paso ir aprendiendo a conectar con tu duende. Sí, tienes un duende. Te recuerdo que junto con Augusto, y muchos otros guías, imparto sesiones de sanación cuántica a todos esos niños eternos que están dispuestos a sanar, reprogramando sus creencias. En las notas del programa te dejo todos los enlaces, para que puedas reservar tu sesión, y visitarnos en nuestros otros espacios. 

 

https://linktr.ee/natalita_

 

Nos veremos otro dia que no sea hoy. ¡A dormir!